martes, 15 de septiembre de 2015

Renta básica universal: materiales para una secuencia ABP (y consecuencias para el sistema educativo)

Hace ya muchos años, en un encuentro de poetas hispanoamericanos en Sevilla, uno de ellos se dejó caer con la desconcertante afirmación de que la buena literatura sólo se puede escribir si su autor o autora no tiene que preocupase por alimentarse, vestirse o alojarse cada día, y ponía el ejemplo de la estancia de Rainer María Rilke en Duino, alojado por la aristócrata Marie von Thurn und Taxis, donde escribió sus maravillosas Elegías.

No podemos negar que trabajar para vivir nos quita tiempo para otras actividades más creativas que nos gustaría desarrollar y que, obligados a la subsistencia, no tenemos tiempo de abordar. Una de las preguntas recurrentes, en este sentido, es qué sería capaz de hacer la humanidad sin esa necesidad de abastecerse a cambio de gastar gran parte del día en empleos que nos resultan insatisfactorios. En los tiempos que corren, a la vez que la vinculación entre trabajo y subsistencia es cada día menos cierta, surgen propuestas que nos hacen vislumbrar que la respuesta a esa pregunta está mucho más cerca.

No hay trabajo para todos. La mayoría de los expertos coinciden en esta realidad y en señalar a la revolución tecnológica y digital como la gran culpable de ello. Aunque es una idea que se asume desde hace tiempo y ya va calando progresivamente en la ciudadanía, no es algo que nuestros gobernantes se esfuercen en decir muy alto, preocupados en alargar aún la mentira y en engolosinarnos con la promesa de no sé cuántos miles o millones de nuevos puestos de trabajo. Pero que se diga más o menos alto, que se preste más o menos atención al tema no debe impedir que vayamos asumiendo esta realidad.

La lógica del sistema capitalista, con su tensión entre fuerza de trabajo y medios de producción, llevó a Keynes a pronosticar una jornada laboral de 15 horas semanales para 2030 como consecuencia de los adelantos tecnológicos. Sin embargo, la jornada semanal no sólo se ha mantenido en torno a las 40 horas, sino que se está prolongando la edad de jubilación, sin importar las grandes bolsas de desempleo (especialmente entre los jóvenes) que, por estos motivos, se forman en las sociedades occidentales. A todo ello se suma que muchos de los empleos actuales no garantizan un salario suficiente para la subsistencia.

Y aún más: muchos de esos empleos desaparecerán en diez, veinte o treinta años. Que sean o no reemplazados por otros nuevos no parece la solución del problema. Si no hay trabajo para todos, los estados deberán arbitrar medidas para que la subsistencia, en condiciones adecuadas, de sus ciudadanos esté suficientemente garantizada. La idea de la renta básica ciudadana universal está ya en la agenda de muchos países y en los programas de varios partidos políticos.

Esta realidad genera muchas posibles preguntas motrices que pueden transformarse en proyectos de aprendizaje:

  • ¿Hay trabajo para todos?
  • ¿Es obligatorio trabajar para vivir?
  • ¿Qué empleos desaparecerán y cuáles se crearán en los próximos 30 años?
  • ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de establecer una renta básica universal?
Os comparto una serie de materiales encontrados en la red con los que trabajar estos proyectos:


Consecuencias para la educación

Todas las suposiciones sobre el mercado de trabajo del futuro dejan en muy mal lugar a nuestro modelo educativo actual. Es evidente que todo aquello que una máquina sea capaz de realizar de forma más rápida y segura dejará de ser hecho por el ser humano. Los empleos del futuro serán aquellos que sólo un hombre o una mujer pueda y (una vez que con la renta básica tenga sus necesidades cubiertas) quiera desarrollar. La demanda (y el autoempleo) se centrará en puestos de trabajo que exijan un importante componente cognitivo y necesiten tanto de la creatividad como de desempeñarse con determinadas habilidades sociales. Y el sistema educativo, de momento, no está sirviendo para formar este tipo de profesionales del futuro (realmente, tampoco lo hace para muchos puestos de trabajo del presente). Entre otras necesidades, una mayor presencia de la tecnología digital se hace poco menos que urgente para paliar mínimamente este déficit.

La noción de fracaso escolar cambiará necesariamente en el futuro. Ya no se tratará de una cuestión perjudicial para la sociedad (pero con un fuerte componente individual: es la persona quien sufre ahora, fundamentalmente, las consecuencias de su mala formación). En la sociedad futura, el individuo que fracase en la escuela será incapaz de aportar nada y se conformará con subsistir, limitando así los beneficios que para el colectivo pueda tener el esfuerzo de garantizar una renta básica.

Pero si no se reforma pronto y en profundidad nuestro modelo educativo, esta situación se presenta muy posible. Como dice Ken Robinson en su conocida charla, “si vieras la educación como un extraterrestre (...) creo que tendrías que concluir que el propósito de la educación pública en todo el mundo es producir profesores universitarios”. Una vez más, la realidad nos avisa de que algo tenemos que cambiar. Y esta vez no valdrán maquillajes superfluos. 

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