martes, 7 de abril de 2015

No depende del cristal con que se mire (sobre la pervivencia de la violencia machista)

El domingo 8 de marzo asistí en el Estadio Benito Villamarín al encuentro Betis-Valladolid. Al día siguiente, mis alumnos y alumnas de 3º de ESO comenzaban a trabajar el proyecto Un cancionero petrarquista. Pueden parecer hechos inconexos; sin embargo, la actualidad ha conseguido unirlos de un modo que me gustaría explicar más extensamente.

Se conmemoraba la 3ª edición del #DiadelaMujerBetica. Casi cuarenta mil personas en las gradas (muchas de ellas mujeres y niñas), vídeos y fotos conmemorativas que inundaban Twitter e Instagram. El goleador de la jornada, sin embargo, está pendiente de juicio por golpear y amenazar a su exnovia.  
Titular de La Razón con la crónica
del partido (9-3-2015)

Uno quiere pensar que, en la actualidad, la sociedad es unánime en la condena de este tipo de actuaciones machistas. Se equivoca. El jugador, Rubén Castro, es jaleado por un grupo de energúmenos que confunden afición con impunidad y que respaldan al delantero en este proceso. El mismo Día Internacional de la Mujer, el jugador declaró que “cada uno es libre de gritar lo que quiera”, aunque luego fue obligado a desdecirse y condenó todo tipo de violencia y “cualquier manifestación que la justifique”.

Recientemente hemos asistido al bochornoso caso de la árbitro gaditana que fue gravemente insultada y que se ha saldado con 50 euros de multa. El fenómeno no es exclusivo de España: la doctora del Chelsea también ha denunciado las continuas vejaciones verbales que tiene que soportar por ejercer un trabajo vetado, al parecer, a las mujeres. Podría argumentarse que el fútbol es un reducto del machismo más rancio y criminal, y que la sociedad, en líneas generales, camina resueltamente hacia la superación de la violencia contra las mujeres. Sin embargo, creo más bien que se trata de actitudes aún muy extendidas y que sólo el anonimato que proporciona la masa logra sacar a la luz.

Cuando planteé el proyecto Un cancionero petrarquista mi primer a intención era que los alumnos y alumnas llegaran a comprender las raíces culturales de nuestra forma de amar en la actualidad, con base en el amor cortés, el platonismo y la moral católica. Sin embargo, muy pronto se hizo evidente que esas teorías amorosas que llegan hasta la actualidad perpetúan una serie de concepciones y actitudes que dejan a las mujeres en una situación de sumisión y de engaño con respecto al hombre. Se hizo preciso entonces desmitificar y desenmascarar las falacias que, en torno al amor, provocan nuevas situaciones de desigualdad entre hombres y mujeres y que generan, en muchos casos, violencia hacia estas. A conclusiones similares ha llegado también @diegolenguaylit en su proyecto El trimestre del amor.

El acercamiento de los hombres a posturas que podrían llamarse feministas siempre es muy discutido. Parece como si intentáramos, de nuevo, silenciar a las mujeres y tomar la voz cantante. Al menos ese es uno de los principales inconvenientes que se le hacen a la campaña  HeForShe de la ONU Mujeres, que parte de la premisa de que solucionar los problemas de la desigualdad de género será más fácil y rápido si se superan los enfrentamientos entre hombres y mujeres y se consigue incorporar a estos a la consecución del objetivo común. Cuando abordé mi proyecto, fui consciente de que caminaba por una línea difusa y mal trazada que lo mismo no me permitía alcanzar mis pretensiones como, atravesándola, conseguir lo contrario de lo que buscaba. Y los hechos me dieron la razón: me encontré tanto con airadas madres de alumnas como con el reconocimiento oficial de la Administración.

Cada vez que emprendo de nuevo  el camino de Un cancionero petrarquista lo hago con miedo a equivocarme. Sin embargo, aunque mi acercamiento al problema pueda parecer incompleto, confío en la capacidad que tiene de mover las conciencias, de traer al primer plano estas cuestiones que parecen ser asunto de otro, que no nos incumben directamente (hasta que nos incumben). Y la actualidad no hace sino reflejarlo: ¿quién no se ve tentado a perdonar esos pecadillos al ídolo que nos hace tan felices todos los domingos?

Muchos estudios nos muestran que las actitudes permisivas siguen ahí, incluso están repuntando entre la juventud, transformando golpes y palizas en control y sumisión. Desde la escuela no podemos estar ajenos a ello. Formar ciudadanos reponsables pasa primero por que esas ciudadanas y ciudadanos sean libres. Las campañas y las conmemoraciones están bien, pero son puntuales. Hay que introducir esos contenidos en los proyectos, transversalmente, si se quiere, del mismo modo como nos asaltan en el mundo real. 

Campaña de The Salvatuion Army contra la violencia hacia las mujeres en Sudáfrica.
Aprovecha la viralidad del famosos vestido para dar visibilidad al problema.

No podemos dar pasos atrás. Esa indefinición que sigue rodeando a todo lo relativo a la violencia machista es la que tira de mí para seguir trabajando en conseguir clarificar las ideas de mi alumnado. No es una cuestión de percepción, ni algo relativo. No depende del cristal con que se mire. Subrayemos las contradicciones de la sociedad en estas cuestiones. Denunciemos lo que sea denunciable. Abramos los ojos de nuestro alumnado (o, al menos, sembremos dudas). Para ello podemos recurrir, por ejemplo, al impresionante poema de Manuel Vilas que me descubrió mi amigo y compañero Víctor Peña Dacosta:

MUJERES

No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las que sostienen cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio, con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso de vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables, con novios intratables, con padres en coma, con hijos suspendidos. Fuman más que los hombres. Tienen cánceres de pulmón, enferman, y tienen que estar guapas. Se ponen cremas, son una tiranía las cremas. Perfumes y medias y bragas finas y peinados y maquillajes y zapatos que torturan. Pero envejecen. No dejan las mujeres tras de sí nada, hijos, como mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie se acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada de ellas. Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo. Esperan a sus hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas partes. Amas de casa encerradas en cocinas que dan a patios de luces. Sonríen las mujeres, como si la vida fuese buena. En muchos países las lapidan. En otros las violan. En el nuestro las maltratan hasta morir. Trabajan fuera de casa, y trabajan en casa, y trabajan en las pescaderías o en las fábricas o en las panaderías o en los bares o en los bingos. No sabemos en qué piensan cuando mueren a manos de los hombres.

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